Por fin, casi un mes hasta el próximo concierto en Cuenca. Tiempo de mirar dentro, de silencio y enclaustramiento, de bailar con las musas y escribir, revisar versos y prosas, libros futuros…Mandar a la papelera de reciclaje las capas de cebolla que no invite …n al sueño y a los prodigios de la realidad. Tiempo de guardar guitarras, de regreso a la palabra y las interjecciones de los primeros homínidos sobre el planeta. En doble fila, por unos días ritmos y melodías. Horas sin luces ni escenarios, de vorágine, reflexión y desconcierto interior para ordenar el caos. “Parirás con dolor”. También placer. Hasta pronto.
CUANDO ESCRIBO
Sucede cuando escribo
que me muestro taciturno y ausente,
fumo mucho,
hablo poco y fatal,
con hipérbatos, hiperbólicamente,
me vuelvo hermeneuta y un poco hermafrodita,
y mi triste corazón babea en la popa,
mi corazón está lleno de tabaco,
como dice Rimbaud.
Sucede cuando escribo
que pienso mucho en Fausto y en su condenación,
duermo poco y, si sueño,
me coloco una moneda debajo de la lengua
para no caer en los colmillos
de ese perro (¿Cerbero?) de cincuenta cabezas
que guarda la Otra Orilla.
Sucede cuando escribo
que me quiero, no necesito espejos,
sólo hojas en blanco,
que ni apenas me lavo ni me afeito
y me paso por el forro de los cojones
que todo esté dicho y que vinimos demasiado tarde
como quería La Bruyère.
Más bien: Aquí hay un hombre único y singular,
una emoción intransferible, una expresión
que da sentido a toda una vida.
Sucede cuando escribo
que el Caballero Salvaje se hace verdugo
de sí mismo;
me rapo el pelo al cero
(una buena pintura no necesita marcos)
para obtener la fuerza
y acariciar mejor los sentimientos,
las palabras secretas, la memoria,
y si el impulso nihilista llega
facilitar una lobotomía.
Sucede cuando escribo
que se pasan por casa Frank Zappa y San Juan de la Cruz,
(levitamos con cannabis del bueno),
Teresa de Calcuta, Genet y Monty Cliff,
y a veces, por sorpresa, Gil de Biedma.
Discutimos acaloradamente de jardinería,
el 0´7, la independencia de Euskadi, yo qué sé,
y acabamos con toda la existencia,
todas las existencias
de tequila.
Sucede cuando escribo
que hay saqueos y extravíos que evito recordar
para no ver quimeras, basiliscos y demás monstruos míticos
en mi árbol genealógico de debilidades,
y sobre todo para no confundir
las fotocopias con el original.
Sucede cuando escribo
que pretendo mis palabras como constelaciones,
luces temblorosas
entre las cubiteras y la escarcha del congelador,
que firmo una paz verde con el mundo,
obro de buena fe y creo en lo imposible,
igual que San Bernardo en las Cruzadas
que reclutó un ejército
predicando en una lengua que nadie entendía.
Sucede cuando escribo,
pero a veces también cuando me dices:
Fóllame, enséñame las lunas de Júpiter, mi amor,
o cuando, por puro despiste, al hacer la colada,
entro en la lavadora como otra prenda sucia,
doy vueltas y más vueltas en la espuma del Tiempo
y miro al exterior desde el ojo de buey
hasta centrifugarme y volver a nacer:
Ni rastro de manchas. Blancura total.
(De “Constelaciones al abrir la nevera”. Ángel Petisme. Editorial Hiperión, 1996)
Hay que “joerse” la de cosas que te pasan, Petisme; sobre todo cuando escribes.
Bueno, ya me he aprendido “Río Ebro” de memoria, para que cuando volvamos a coincidir por la vida, cante yo. Y llueva. Mejor, que truene. A ser posible que caiga líquido etílico. Y luego el Globo. A volar.
Suerte con todo, y a pesar de eso que decían de “Alea jacta est”, siempre está el As bajo la manga.
Abrazos y hasta la vuelta.
Un placer leerte, y me alegro mucho de que tengas tiempo por delante para abandonarte a los interrogantes prometedores del folio, hoja, pantalla, grabadora… En blanco.
Un saludito.
te esperamos en Cuenca¡¡¡